viernes, 29 de enero de 2016

La titánica hazaña del transporte público.



Por Dayana Natacha Romero Rodríguez
Fotos: Tomadas de Internet

Los viajeros asiduos a ómnibus urbanos no me dejarán mentir. Tal vez si es usted uno de ellos, rememorará al leer estas líneas sus experiencias en la titánica obra que implica transportarse cada día hacia el centro de trabajo, estudios o cualquier otro punto de la ciudad. 
Al ineludible acto de compartir el calor de la gente –sobre todo si es tempranito en la mañana- lo catalogo como una obra de infinito amor. Y no se extrañe, amor es el único término que logra abarcar las altas dosis de paciencia, comprensión, ayuda mutua y entendimiento, necesarios para lidiar cada día con el transporte público. 
Es un amor titánico, épico, violento, comparable solo con La Ilíada, de Homero. Aquella legendaria batalla de Héctor y Aquiles, apenas roza la ofensiva que significa montarse en un autobús




Pero en este campo de batalla no estamos solos. Como victorioso soldado emerge de repente el que se cuela, ese que llegó de último y quiere ser el primero; quienes en medio del combate acopian pertenencias ajenas o los que, espartanos al fin, aplican la ley del más fuerte para tomar el puesto de otros.
  Cuando apenas ha concluido la hazaña –subir al ómnibus- asumimos la heroica tarea de mantenernos en pie. El vaivén constante, el peso del cargamento ajeno, el olor de quienes vienen de la lucha y lo que es peor, la testarudez de quienes llegan, se establecen, y no se pueden correr. Son ellos mismos, exactamente los mismos, quienes colman de “halagos” al chofer que paga –merecida o no- la cotidiana culpa por la insuficiencia de transporte, descoordinación de horarios y el maltrato generalizado al usuario.  

Hay realidades objetivas de las que no podemos desprendernos, y es el hecho de que aún es insuficiente la disponibilidad de ómnibus para la oleada de pasajeros que necesitan moverse dentro de la ciudad de Guantánamo, especialmente en horario matutino, mediodía y al atardecer, cuando se produce la salida de estudiantes y trabajadores de sus centros de estudio y trabajo respectivamente. Asunto pendiente para las autoridades.

 

Mas las carencias nunca serán razones para que impere la apatía y la violencia. Voluntad de ayudar al correrse, acomodarse para que todo el que pueda suba al ómnibus, tratar con debido respeto a los choferes y solicitar amablemente su parada; cumplir con el pago de la guagua, brindar el asiento a embarazadas y ancianos, hablar en voz baja y velar por el cuidado y limpieza de los ómnibus, son solo pequeños detalles que hacen grande la existencia.
Vivimos días difíciles, de incertidumbre y estrés, pero el buen trato, el respeto hacia la otra persona, la solidaridad y los buenos valores nos diferencian de las bestias, nos hacen comportarnos como humanos. Solo así haremos un poco más agradable la jornada y el trayecto obligatorio de un lado a otro de la urbe. “Que la dureza de los tiempos no nos haga perder la ternura de nuestros corazones”.