Por: Roxana Romero, Dayana Romero y Yordano Ganem
No hemos tenido ningún problema con la justicia, os juramos. No hay ley alguna que hayamos violado o mandamiento incumplido, os juramos también. Pero hay una ley que nos preocupa mucho, porque de ella se habla constantemente, porque es tópico invariable en el Parlamento y porque las cifras de lo que puede contribuir al crecimiento económico de nuestro país son alarmantes: la magnánima Ley de Inversión Extranjeras. Cierto es que sobre tamaña cuestión nadie ha pedido consulta, pero todos tenemos preguntas.
Presentémosla
como amerita…
La Ley de Inversión Extranjera (LIE)
constituye una necesidad para poner en práctica el programa de actualización
del modelo económico y social cubano, con miras al desarrollo del país.
Vinculada con los Lineamientos aprobados por el Sexto Congreso del Partido,
específicamente entre los números 89 y 100, la normativa jurídica responde a la
urgencia de continuar propiciando la participación del capital extranjero como
complemento del esfuerzo inversionista nacional. Sus detalles, aparecen recogidos en el propio
texto de la Ley de la Inversión Extranjera, en su Capítulo 1 Del Objeto y Contenido, artículo 1.3.
Actualmente la Inversión Extranjera se
encuentra regida en Cuba por la Ley 118, aprobada por la Asamblea Nacional del Poder
Popular en abril de 2014; “(…) como consecuencia de la actualización del modelo
económico cubano regido por los Lineamientos de la Política Económica y Social
del Partido y la Revolución, que aconsejaron revisar y adecuar el marco legal
de la inversión extranjera que establecía la Ley No.77 de 5 de septiembre de
1995.
Pero
este tema para nada… para nada… es nuevo.
Después de 1959, la primera regulación
que estableció la posibilidad de realizar negocios conjuntos entre empresas
estatales cubanas y empresas extranjeras fue el Decreto Ley No.50 de 1982. Este
cuerpo legislativo reguló las asociaciones con el capital extranjero en Cuba
incluso varios años antes de que se decidiera otorgar más importancia y
celeridad a este proceso, ante la urgencia de acceder a mercados, tecnología y
capital que generó el llamado periodo especial. La ley 50 que dio cobertura,
por primera vez, a la instauración de sociedades anónimas, así como contratos
de asociación cuyos fines eran lo mismo la producción que la comercialización.
Pero a inicios de los años 90, Cuba
queda sumergida en una crisis económica de magnitudes significativas, detonado
por el derrumbe del campo socialista de Europa del Este y la desaparición de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). A la hecatombe no escapó ninguno de los
renglones de la economía. La pérdida abrupta de sus principales mercados,
descapitalización acelerada y obsolescencia tecnológica, falta de materias
primas y deterioro de medios básicos, fueron solo algunas manifestaciones,
agravadas por el arrecio del bloqueo económico, financiero y comercio sostenido
por Estados Unidos hacia la Isla.
En medio de la crisis socioeconómica más
profunda de la historia económica cubana, la inversión extranjera por fin
comienza a percibirse como una necesidad para la interacción de disímiles
fuentes de financiamiento, obtención de ciertos recursos para atenuar las
dificultades y encaminar esfuerzos primero hacia el crecimiento, y luego al
desarrollo de la economía cubana.
No obstante a la posición desventajosa
que implica ser el necesitado, Cuba hizo valer ante todo los requerimientos del
modelo socialista, otorgando especial prioridad a la consecución de necesidades
colectivas de la sociedad y al logro de metas estratégicas. En este contexto,
entra en vigor la ya citada Ley-77 Sobre
la Inversión Extranjera.
A pesar del lento y selectivo proceso
negociador que contemplaba la Ley 77 constituye un cuerpo legal para el
tratamiento a los inversionistas extranjeros y el elemento básico de nuestra
credibilidad como receptores, que vieron en ella la transparencia, seguridad y
ventajas necesarias para la toma de decisiones y optar por Cuba como destino.
Se presenta entonces a la
economía cubana el formidable reto de dinamizar los flujos de inversión
extranjera captados, y dirigirlos en busca del cumplimiento de los objetivos
marcados en el desarrollo del país; pero sobre todo, reafirmaron la perspectiva
cubana de que los procesos de participación de la inversión extranjera deben
desarrollarse con una selectividad que responda a criterios de carácter
crecientemente estratégicos: transferencia tecnológica factible y otras
modalidades de cooperación tecnológica, contribución a la capacidad de
absorción, elevado nivel de consumo local de insumos y contribución a la
internacionalización de las empresas nacionales.
Pero los años 2007 y 2009 no fueron
favorables a nuestra economía. Y esta caída se reflejó también en la Inversión
Extranjera. Por un lado las variaciones de los precios del azúcar y la caída de
los precios del níquel causaron pérdidas cuantiosas en relación a los ingresos
y por otro, los fenómenos climatológicos produjeron cuantiosos daños
materiales, a la vez que pusieron al descubierto la baja eficiencia,
descapitalización de la base productiva y la infraestructura, y detrimento de
la fuerza de trabajo por envejecimiento y estancamiento poblacional.
La
ley de inversión extranjera actual… esa que no vemos.
La economía cubana ha sido impactada por
el contexto adverso en que se ha tenido que desenvolver, como las fuertes
sequías, los azotes de violentos huracanes, las crisis de generación eléctrica
y el recrudecimiento de las presiones de Estados Unidos al país, tales como las
restricciones de viajes a ciudadanos cubanos en ese país, el recorte de envío
de remesas a Cuba y más recientemente las persecuciones a activos financieros
cubanos en el exterior.
Como respuesta a esta situación, y en el
seno de la comodidad ofrecida por las relaciones con Venezuela, la pertenencia
a mecanismos de cooperación latinoamericanos como el ALBA desde 2004, y la
firma de acuerdos con grandes economías como Rusia, China, Viet Nam, Brasil, y
Argentina; nacen en 2010, y se aprueban en 2011, los Lineamientos de la
Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Bajo este programa, el
país se encuentra en estos momentos en un proceso de recuperación de la
economía, aunque aún se mantienen altos coeficientes de importaciones, propios
de las mismas dificultades estructurales que siempre Cuba ha tenido.
La
ley sobre mi mesa…
En este sentido la Ley se proyecta como
parte de ese programa más amplio que son los Lineamientos, y que contempla la
búsqueda de soluciones a problemas
estructurales en la economía, tales como la escasez de divisas, las
distorsiones del sistema de precios relativos derivadas del tipo de cambio
oficial sobrevaluado y de la ausencia de convertibilidad, la dualidad
monetaria, los mercados segmentados, el exiguo desempeño de la industria
azucarera, y la agricultura y los problemas de eficiencia de las entidades
públicas, problemas abordados por el
Presidente Raúl Castro en apariciones ante el Parlamento y el pueblo cubano.
Cuba ofrece una vez al inversionista
extranjero una amplia cartera de oportunidades, beneficios –no sin intereses- y
un mercado presto a la explotación, incluida la mano de obra altamente
calificada.
Sin embargo - no se para quienes viven
en zonas de desarrollo especial- pero para quienes habitamos más alejados de la
capital cubana, la ley no nos ha llegado a todos. En Guantánamo, donde vivo,
apenas se sienten brisas del huracán inversionista; brisas que se han dedicado
al embellecimiento de la ciudad por su ciento cuarenta y cinco cumpleaños y a
los programas priorizados de la Revolución; con el mayor porcentaje de
inversión propio del presupuesto provincial.
Pero en la alimentación, por ejemplo, la
llegada de nuevos bienes no va más allá de productos caros que escapan al
bolsillo de la media poblacional. Las tiendas se abarrotan cuando se expenden productos
‘que sustenten’ las horas de trabajo diario, mientras galleticas, bombones y
condimentos bajan sus precios por caducidad. No hablemos pues de los cárnicos, o
los productos del mar desaparecidos en una isla; para no correr riesgos de
insuficiencia cardiaca.
En Guantánamo apenas hemos visto
florecer la industria, no están a todo su potencial las del Valle de Caujeri en
San Antonio del Sur, o las del extremo sur de la ciudad. Las ofertas de los
mercados Ideales –en moneda nacional- algunas veces alcanzan y otras sobrepasan
los precios de los mercados en divisa.
Es en el plato, que debería estar
cargado con los productos ofrecidos en mercados estatales, –y disculpen mi
obsesión por la alimentación- es donde los guantanameros debemos sentir el peso
de la ley de inversión extranjera, para no dar margen a que revendedores y
especuladores que conocen de todo, excepto de las leyes del mercado.
La inversión extranjera ha de sentirse también en
las instituciones, amparadas por una mejora en la calidad constructiva y de los
servicios, en la mejora del transporte –que felicitaciones merece estos últimos
meses- en el aseguramiento de calidad de vida para una población que después
del trabajo, demanda alimentación, recreación, descanso, bienestar, y la
seguridad absoluta de que el mañana no queda a merced de la incertidumbre.
Confiamos en que nuestras autoridades
orienten la normativa de inversión extranjera a elevar la capacidad de maniobra
del país para asegurar un conjunto de objetivos estratégicos y prioritarios en
la actualidad, y aunque conserve –como debe ser- la intervención del Estado, la
gestión sea menos centralizada cada vez.
Que el cubano sienta en su calidad de
vida los beneficios de la inversión, nos conducirá a un amplio despliegue de
todas las potencialidades del sistema socialista, a mejores evaluaciones en la
toma de decisiones en la economía, al desarrollo de las capacidades empresariales
y fundamentalmente, al perfeccionamiento del modelo económico cubano, que favorezca
una mayor convergencia entre los intereses de la ciudadanía, las empresas, el
Estado y la sociedad en su conjunto;
promoviendo una creciente autonomía de los eslabones de base y
permitiendo dar ulterior continuidad, sobre nuevos pilares, del proceso de
actualización de la economía cubana.
Se trata de estimular desde un enfoque
más integrador, la mayor cantidad –y calidad- posible de sectores: basados en
recursos naturales, industria de productos metálicos, la mecánica ligera,
producción de medicamentos genéricos y de productos farmacéuticos y
veterinarios de mediano contenido tecnológico; producciones seleccionadas de la
electrotécnica y la electrónica; fabricación de equipos para el empleo de
energías renovables; producciones de la jabonería y perfumería; fabricación de
muebles institucionales; y un conjunto muy reducido de rubros de la industria
ligera.
Nos toca encaminar la economía del
crecimiento al desarrollo, a servicios de competitividad y perfeccionamiento
del capital humano, vinculados a tecnologías educacionales, culturales y deportivas.
Urge el florecimiento de empresas de diseño industrial, de proyectos
ingenieriles y arquitectónicos; de mantenimiento y reparaciones; informáticos y
conexos, telemáticos y de comunicaciones; de carácter científico-técnico;
servicios para el uso racional de energía y vinculados al mejoramiento
medioambiental y la ecología, incluyendo los asociados a la agricultura
sostenible; servicios de implantación de sistemas de calidad; y un conjunto de
otros servicios profesionales y técnicos especializados.
Los desafíos principales del desarrollo
siguen demandando la modificación del régimen global de incentivos y del modelo
de gestión, atado por las limitaciones que impone la dualidad monetaria, que
presenta gran rigidez para el desempeño económico y financiero del sector. En
materia de ciencia para el desarrollo, el reto sigue siendo propiciar el
desarrollo de un entramado más denso y activo para la vinculación entre el
sector productivo y tecnológico con los centros académicos y de investigación,
todo ello con vista al trazado de maniobras innovadoras que permitan orientar
más adecuadamente los procesos relacionados con la utilización de la inversión
extranjera al tiempo que ofrecer mayores atractivos basados en la existencia de
factores especializados que promuevan el aprovechamiento conjunto de
complementariedades estratégicas y en la Inversión para el desarrollo.
Para lograr resultados más avanzados en
esta esfera se requiere elevar la integralidad de las políticas a aplicar. La
experiencia demuestra que allí donde han confluido la elaboración de
estrategias acertadas, adecuados mecanismos de gestión y planificación para la
articulación de la cadena productiva, incentivos movilizadores, prioridad en el
acceso a servicios y apoyos, autonomía financiera e integración de la cadena de
financiamiento, fundamentalmente, se han obtenido resultados productivos y
exportadores exitosos.
Esta vez, los cubanos queremos sentir el
peso de la ley.