Por: Roxana Romero Rodríguez
A un mes del regreso a Guantánamo de
Frank Fernández el pasado diciembre de 2015, para celebrar el 145 cumpleaños de
la urbe más oriental, aún esta joven estudiante de Periodismo, recibe
agradecimientos por el texto que, después del primer concierto en aquella
ocasión, elaborara a toda prisa para entregar al pueblo guantanamero, las
palabras de uno de los más brillantes músicos cubanos.
Nuevamente pongo ante ustedes este
texto, que no es mi resultado, sino la síntesis de una diáfana conversación con
un pianista que conquistó –como cada vez- los aplausos y el corazón de los que
vivimos de este lado de la isla.
Hijo por adopción de esta ciudad, varios
son los lazos que lo unen a la tierra entre ríos. Pudiesen citarse, por
ejemplo, la música alegórica a nuestra Plaza de la Revolución Mariana Grajales;
la Fama, galardón mayor de nuestra ciudad que le fuera otorgado en 2009, la
amistad entrañable con nuestro Lili Martínez Griñán o, lo que es el vínculo más
fuerte, el amor que le profesan los admiradores que desde la distancia propia
de la provincia más oriental, siguen sus pasos en el mundo de la música.
Al respecto, el magistral pianista
conversó con la prensa, al finalizar el concierto este 2 de noviembre ofrecido
en la Sala Antonia Luisa Cabal…
Con Guantánamo tengo –y los músicos
guantanameros conmigo- la deuda contraída en el teatro Guaso: hacer un Changüí.
No sé cómo lo haremos, ni si se podrá hacer en la forma clásica, supongo que
habrá que incorporar algún elemento lírico, algún elemento pianístico, porque
como todos sabemos el Changüí no lleva piano. Pero bueno, ya hice un
experimento con los muñequitos de Matanzas, el Guaguanpiano, que aunque, siempre aclaro, no es una cosa folclórica
pura, si es una recreación. En el caso de la Conga fue un atrevimiento mayor, y
el changüí es casi como el suicidio.
Sobre
su amistad entrañable con el pianista guantanamero Lili Martínez Griñán, cuyo
centenario celebramos este 2015, nos contó:
Cuando se hace el primer festival del
son, que fue aquí en Guantánamo, yo voy a ver a Lilí, porque conocía que era el
mayor y más grande pianista sonero que había existido -sobre todo en la época
de oro de la música cubana, cuando llegó a Nueva York y triunfó con el conjunto
de Arsenio Rodríguez- le digo que me ayude, que me han invitado al Festival del
Son y quiero hacer aquí un papel decoroso, no solamente tocar una sonata de
Beethoven.
Entonces me ayudó, me dio unas cuantas
clases magistrales, teníamos la ayuda de Pancho Amat, los artistas del
Manguaré,… ya yo tocaba bolero y algo de música popular, pero aun no tenía el
conocimiento necesario para presentarme aquí.
Cuando le dije -esto es importante,
ojalá lo dejen publicar- Lilí, vamos;
me respondió: a mí me acaban de
devaluar, me acaban de quitar la A, cuando hice la evaluación con Estrellas y
Chocolate, unos eruditos de la cultura –que Dios los perdone- y yo a Guantánamo no voy, que vayan los A.
Pero tú me vas a representar.
Imagínese usted, eso aparte de un gran
honor, también me inspiró. Yo me esforcé muchísimo, hice una pieza que, además de las fórmulas, del ensayo, del
entrenamiento en las improvisaciones soneras en las que en las que Lili era el
mago, sin lugar a dudas, presenté algo mío que se llama Son Guantánamo, que se hace con orquesta o sintetizadores, y no se
me olvidará que aquí, en el teatro Guayo, año 1980, me aplaudieron mucho - no decirlo sería
vanidoso, porque la falsa modestia es la peor expresión de vanidad- y ahí mismo
cogí el micrófono y dije: si algo de valor pianístico en el ritmo sonero he
tenido, se debe a ese gran maestro que es para Cuba y para el mundo Luis
Martínez Griñán.
En aquel teatro, con lo que había
pasado, todo el mundo empezó a buscar a Lilí ¿dónde estaba Lili?, y yo dije:
Lamentablemente por causas de su voluntad, no está aquí.
Enseguida vinieron algunos compañeros
¿qué pasó, por qué dijiste eso? Eso es una ironía… y respondí: la barbaridad la
hicieron ustedes, que han quitado la A al mejor pianista sonero del mundo.
Fueron a la Habana, le otorgaron la A a Lili, y a partir de ahí surgió una
entrañable amistad.
A
Frank Fernández debemos también la única memoria audiovisual que existe sobre el
precursor del son montuno…
Con Julio García Espinoza investigué y
no había nada filmado de Lilí Martínez. Le pedí entonces a Julio que me diera
las cámaras del ICAIC, llamé a Chucho Valdés, lo invité, e hicimos algo que se
llamaba concierto para tres pianos, y que es el único documento cinematográfico
que hay donde está Lilí.
Lamentablemente todavía se conoce
demasiado poco a Lilí en Cuba, pero usted va a Puerto Rico, Colombia, Panamá; y
Lili Martínez es lo que siempre ha sido, pero mucho más conocido y más
mencionado que aquí.
Eternamente estaré agradecido a la vida
de haberlo conocido, me siento cada vez más orgulloso y muy contento de que su
pueblo empiece a retomarlo, porque eso dignifica mucho a Guantánamo. Lilí no necesita de nosotros, nosotros necesitamos
de Lilí.
¿Qué
impresiones le deja Guantánamo? Usted estuvo con nosotros cuando celebramos el
139 aniversario, y regresa ahora que cumplimos 145…
La ciudad la veo más bonita, la veo más
limpia… pero lo que más me gusta de Guantánamo es como está retomando y como
está metiéndole fuerza a la cultura en un momento tan difícil económicamente.
La cultura por razones económicas no
tiene los mejores recursos, y yo siento,
aplaudo, y estoy dispuesto a colaborar en todo lo que sea posible, que
Guantánamo defiende su cultura, y defiende su patrimonio que es muy grande.
Ahora con la reorganización del
ministerio de cultura declararon a Guantánamo como Zona de Danza, y me parece
fantástico -vi unos bailarines impresionantes en la gala de inauguración- pero…
y esto no hay que declararlo, Guantánamo también es una zona de música.
Porque tener a tres de los más grandes
pianistas que ha parido Cuba - el programa de hoy de hecho fue un reto porque
estoy en la tierra de grandes pianistas, pues de aquí también son Ivette
Hernández y Cenaida Manfugaz, las más grandes pianistas clásicas que había en
la época en que yo nací- tenerlos a los
tres en la misma ciudad, tener un ritmo como el changüí, que es algo
patrimonial, tener una Tootsie, y la manera de tocar el son
aquí que es totalmente distinta a Santiago de Cuba, aunque no lo declaren
oficialmente - voy a conspirar aquí para que seamos una zona regionalizada de
música- eso lo hacemos nosotros, ni el Ministerio de Cultura, ni el Partido, ni
el Gobierno, eso lo hizo la historia…
Hay algo importante que debemos aprender
de los europeos: ellos están en baja económica, suben los impuestos, hacen
cuarenta murumacas, pero la tradición la respetan. Porque usted cuando tenga
dinero puede hacer más edificios, pero usted no puede fabricar otro Lili
Martínez, usted no puede fabricar otro género como el changüí, no puede
fabricar la tumba francesa, no puede fabricar la historia… Así que peleen
también por reconocer a la música, que ya la historia se las dio, no es por
hacerle ningún favor a la música, aprisionen ese patrimonio, yo en lo que pueda
los ayudaré.
Frank Fernández dejó pactado el
compromiso de regresar, y los guantanameros recibiremos con los brazos abiertos
al hombre que, laureado por espectadores y críticos de más de cuarenta países,
no duda en compartir con la gente que vive de
este lado de la isla. Para entonces sumará a su repertorio nuestro Changüí,
y podremos mover los pies al ritmo de un piano. No imagino como será, hay que
esperar para ver.