Según García Márquez hay tres clases de pesadillas: las terroríficas… el tipo perfecto de
las pesadillas vulgares; las absurdas…las más comunes, y…las pesadillas
absolutas, casi imposibles de definir. Similar a esta última es la experiencia
cotidiana en el transporte de cualquier tipo de propiedad en mi ciudad, y puede
que sea extensiva a otras. Las circunstancias que lo rodean son un medio
informal de relaciones dentro del gran sistema social, donde transcurre una
gran parte de la vida de aquellos que forzosamente dependen de ellos.
Pisi-corres |
Tanto en la
parada como en el mismo transporte (sea camión, pisi-vampiros o extrañamente la
guagua) se socializa política con fogosas discusiones que dejan impresionada a esta
escritora de unos veintitantos años de batalla. Si regularmente coges el
transporte a la misma hora, puedes conocer,hasta intimar, con otros que
comparten tu sufrimiento y algo más de su vida. Escuchas comentarios
desgarradores sobre lo que no sale en la prensa, la realidad es más diversa de
lo que imaginas.
Te enteras porqué
no llegan los mandados y el preciado cárnico, a tiempo a la bodega, del último
robo, de lo último del paquete, comentarios de futbol y pelota, lo que se
comenta que nadie sabe pero que puede definir nuestro futuro; puras
especulaciones sobre los más diversos temas y personas. Se sacan conclusiones
conjuntas de la ausencia de la guagua en horas críticas de movimiento de personas, (¿se pusieron de acuerdo con los
camioneros o con los pisi-corres?)
Te encuentras al
médico después de la guardia que con un salario, aunque suntuoso a la vista del
resto, todavía le falta comida en la casa y debe exponerse al atropello del
transporte; te encuentras al profe que salió del otro trabajito para tener más
entrada de dinero, o al pepillo que no estudia pero está en la “lucha” con el
último teléfono y la música súper alta. También está el obrero, ese que viene
de labrar con sus manos durante horas de trabajo lo que algún día levantará al
país; está la estudiante, que antes de llegar a casa debe “resolver” lo que no
tiene en casa o en la escuela, tiene que salir bien. Todos ellos y muchos más
ventilan sus frustraciones, ven siempre hacia el camino, anhelando
a ese OVNI, que le llevará al hogar.
La parada es el
principio y el final del día de aquellos que no tienen otra alternativa. De muy
poco vale esmerarse horas en el espejo peinándose lo más funcional posible, o
echándote perfume según el caso, lo pierdes en cuanto te enfrentas a la lucha
de cuerpos para subir al transporte y permaneces así, íntimamente ligado a tu
oponente buena parte del camino. Durante el trayecto haces ejercicios de
piernas y brazos, los choferes se encargan de eso, y te regalan los dolores de
la cervical y de los hombros, para que te acuerdes de ellos.
Ómnibus urbano repleto de personal |
Desarrollas en el
trayecto una fuerte relación física con los que te rodean, todos respiran el
mismo aire, comparten las mismas historias, la misma música…Todas tus partes
corporales son sometidas al repello, constante y continuado, excusa para el
abuso sexual y para el robo. En menos de cinco segundos puedes percibir y
apropiarte de los más diversos olores, desde los más buenos hasta los más fétidos,
el perfumista Jean-Baptiste Grenouille tendría un buen laboratorio.
Entonces, usted
podría preguntarse por qué la gente se levanta cada día a sufrir lo mismo, será
resignación al estilo de Dovstoyesky: “…está usted obligado a aceptarla tal
como es y a aceptar todo lo que procede de ella…”. O es que como buenos “creyentes”
esperamos que algún día, preferentemente no muy lejano, la realidad empiece a
pintarse de otro color.
Yo sé que todavía me queda parada, ella es parte de lo
que soy, pero lo cierto es que la vida económica no es solo la que está cambiando, la actitud de cómo
la gente afrenta su futuro es diferente, quiere otras cosas, mayores y mejores;
gente que no quiere que la parada o algo que se le parezca, se convierta en el
centro del tiempo, que no quiere estar mirando siempre al horizonte, quiere
cambiar su futuro, para que no sea igual a lo que vivió su padre. Una ciudad de
creyentes que es capaz de vivir aun por encima de lo que pretende detenerla, quiere
transformación, y quiere palparlo. Peligrosamente ha decidido que su superación
no depende de lo externo, no tiene que ver con lo social sino que con sus
medios, y al precio que sea necesario la logrará .¿A quién se le enciende un
bombillo rojo?
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