jueves, 28 de enero de 2016

De Martí y los terremotos



por Solanch Cardona Rodríguez, Lianne Garbey Bicet y Cecilia Herrera Delisle
A muchos le sorprende lo que fue capaz de escribir el apóstol en tan solo los 42 años.  Su genialidad asombra. Y es que esa capacidad excepcional de poder abarcar casi todos los temas y los géneros, y de incluso representar de forma fiel y precisa la realidad de cuanto asunto competiera a la raza humana, a veces sin haber sido testigo presencial de los acontecimientos, resulta inconcebible para quienes hoy, exactamente a 163 años de su existencia, le recordamos.

Y sí, José Martí también escribió de los terremotos. En sus tiempos de corresponsal de La Nación de Argentina publicó una de sus crónicas modernistas de agraciada prosa: "El terremoto de Charleston".
 Recordamos el asombro que se produjo en nuestra aula cuando la profe Giselle, quien imparte la asignatura de Ensayo Periodístico, discurrió sobre los retratos etnográficos realizados por Martí sobre el desastre en esa ciudad de Carolina del Sur, a pesar de encontrarse en Nueva York durante los hechos. 
Martí nos deja claro la inutilidad de los esfuerzos del hombre por conquistar la naturaleza y asevera que momentos tan difíciles como estos son capaces de destruir bienes materiales e incluso la vida humana, sin embargo, construyen nuevos tipos de relaciones entre los seres humanos, quienes unidos en la lucha por superar su dolor dejan a un lado el odio y conflictos que los distancian.

Según el más universal de todos los cubanos, el terremoto es la vía de la madre natura de restablecer "el equilibrio de la creación”. Después del devastador impacto de semejante fuerza brutal, después de perder esa batalla y haber sobrevivido, el hombre continúa su guerra, la de vivir más y mejor.

Pero hay otra conclusión que se desprende de ese y de cualquier escrito del Apóstol: - el verdadero terremoto era el pensamiento martiano. ¿Qué muro humano en el plano físico o intelectual no derrumbaba ese hombre excepcional con sus ideas?

Nunca nos cansaremos de homenajearlo. De agradecerle por habernos, cual sismo de gran intensidad, sacudido nuestras conciencias y nuestro raciocinio, y de hacer temblar a los enemigos de la Patria, armado de su sencilla, al igual que sus versos, pero poderosa pluma.

Nosotros, los santiagueros, debemos mirar nuestra realidad con los ojos del Apóstol, no temer a los designios de la creación es el primer paso, ¿para qué temer o huir de algo que no podemos controlar? Solo debemos tener fe en nuestro futuro que dependerá tanto de la naturaleza como de lo que podamos hacer nosotros mismos. La historia de la humanidad ha demostrado, con múltiples ejemplos, que como raza, como especie, no hay nada tan malo de lo que no hayamos extraído algo bueno.


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