sábado, 30 de enero de 2016

Apuntes de la huella judía en Cuba.

por Jessica Elías Domínguez.
CUBA es un gran ajiaco cultural, aderezado sin pretenderlo por disímiles chef de varias partes del mundo. La afluencia de culturas divergentes a la isla es un proceso innegable en nuestra historia y en la conformación de la identidad cubana.

Cierto es que la presencia africana y española en nuestra cultura es notablemente marcada gracias a la simbiosis lograda en el criollo cubano, lo que no quiere decir que fuese el único ingrediente de este ajiaco, otras culturas como la judía-aunque en una menor cuantía-  también incorporaron su sazón.


La inserción de este componente en la cultura cubana tiene un  origen temprano, data del descubrimiento por Cristóbal Colón del Nuevo Mundo en 1492. Fue precisamente el almirante quien trajo en sus embarcaciones alrededor de ciento sesenta judíos conversos, denominados también marranos por profesar su fe mosaica en secreto. Llegan así los primero judíos a América, huyendo de las persecuciones inquisitorias a las que eran sometidos en España y esperanzados en sembrar raíces en una tierra mejor. 

Entre los cristianos conversos (judíos) que acompañaron a Colón en su travesía estuvieron el médico Mestre Bernal, los marineros Rodrigo Sánchez, Alonso de la Calle, Rodrigo de Triana, Juan Cabrera y el políglota Luis Torres, intérprete de la expedición, gracias a su dominio del español,  hebreo, árabe y arameo. Fue precisamente este último, el primer hombre que pisase la isla de Cuba el 2 de noviembre de 1492, cumpliendo órdenes de Colón de buscar información sobre las tierras descubiertas. Es a este judío, y a la impresión que le causaron las costumbres y el hábito de fumar de los indígenas cubanos, que se debe la introducción en Europa del tabaco.
Aderezos hebreos en la etapa colonial. Junto a la instauración de la colonia española en nuestro país se establecen también los judíos emigrantes, pero sin poder oficiar públicamente sus cultos religiosos. Desde esta etapa inicial se apreció una población subyacente, no declarada como judía, por temor a los juicios inquisidores a los que se exponían, por eso profesaban su fe en secreto. www.anajnu.cl


Este hecho suscitó una trágica leyenda de amor que cuenta cómo enloqueció Isabel mientras lo esperaba en el Castillo de la Real Fuerza, por ello corre el rumor de que su figura fue la fuente de inspiración del artista que esculpió la Giraldilla; dama oronda y altiva que corona dicha fortificación y cuya seducción la convirtió en el símbolo de la ciudad de La Habana.
Los evidentes ascensos de los judíos en la isla fueron motivos de preocupación para la institución católica que arremetió contra ellos, impacientes más bien por su fortuna que por sus creencias religiosas. Promovieron juicios inquisitorios para ejecutar y decomisar el patrimonio de ciudadanos con esta fe. Como es el caso de Francisco Gómez de León, quien fue  condenado y ejecutado por judaizante.

Las constantes prohibiciones dictadas en la época por los monarcas españoles contra el establecimiento de los judíos en sus colonias, no tuvieron la efectividad esperada. Generaron profusas artimañas de evasión como el soborno a las autoridades cubanas y el cambio de sus apellidos originales, circunstancias que posteriormente dificultaron la identificación de los colonos judíos en Cuba.

Estos tragos amargos determinaron que la presencia hebrea en la isla se consolidara con pasos discretos y cautelosos. En nuestra historia destacan diversas figuras prominentes que aunque fueron ocultos adeptos de esta religión por las circunstancias que les toco vivir, no pudieron esconder para la posteridad su ralea judía. Ejemplo de ello fue el dominicano Agustín Morell de Santa Cruz y de Lora, quien por muy contradictorio que parezca fue obispo de Cuba, y es a quien se debe la preservación de la primera obra literaria cubana Espejo de paciencia, poema escrito por Silvestre de Balboa; así como la fundación del primer servicio de correo y la inserción al país de  los panales de abejas.
Momentos antes de su muerte esta autoridad eclesiástica inesperadamente profesa su fe judía, entonando vuelto hacia la pared el Shemá Israel, oración hebrea más sagrada, (Oye Israel, Dios es nuestro señor, Dios es uno). Otro elemento judaizante fueron sus claras indicaciones de no ser embalsamado, práctica prohibida para los judíos y que era costumbre hacer con los obispos de la época. Este hecho generó un gran escándalo para el gobernador de la isla y para la Iglesia católica.

La institución religiosa para evitar las implicaciones del vergonzoso asunto refirió en sus archivos la desaparición misteriosa de los restos mortuorios del obispo de la Parroquial Mayor donde fuese sepultado. Rastros judíos de las gestas independentistas cubanas.

Los judíos no pasaron desapercibidos en luchas libertarias cubanas, estuvieron presentes desde muy temprano con la participación de Juan Elis en la conspiración de Los Soles y Rayos de Bolívar  en 1832. En la Guerra de los Diez Años iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, participa Carlos Roloff alias Akiba Roland, oriundo de Polonia; así como Kaminsky capitán del Ejército Libertador y Schwartz, ayudante del general Calixto García.

Durante la Guerra Necesaria de 1895 sobresalen hebreos como los Steinhart, quienes quedaron en Cuba tras terminar la contienda. También la comunidad judía de Cayo Hueso militante de Partido Revolucionario Cubano, agrupada en el Club Isaac Abravanel, colaboró con significativos aportes monetarios para sufragar esta guerra. Horacio Rubens y  los hermanos Steinberg fueron miembros de esta comunidad que se convirtieron en cercanos colaboradores de José Martí en Estados Unidos.

A pesar que la cultura judía se distingue por no contaminarse con otros grupos etnográficos, para resguardar sus costumbres y rasgos característicos es innegable la transculturación de muchos de sus componentes y su presencia en la identidad nacional de nuestro país. Sustantivos comunes convertidos en apellidos para preservar la existencia judía en el clandestinaje. Esta cultura expande su esencia hasta la expresión oral, gracias a ella llegan a nosotros vocablos de milenios ancestrales como sicario, referente al hebreo armado que luchaba con una sica y barrabasada proveniente de Barrabás. Incorporaron a nuestros arquetipos populares al «polaco» y el «buhonero» como aquel vendedor ambulante de corbatas baratas y cualquier tipo de artículos que iba de puerta en puerta con su tienda a cuestas; la mentalidad abierta para los negocios y modernizaron nuestras técnicas comerciales con su perspicaz manera de interactuar con la sociedad receptora.

Sería entonces injusto hablar de la historia de nuestro país, de su idiosincrasia, de su gente, de su cultura, silenciando la impronta judía, otra importante huella en la conformación de nuestra nacionalidad e identidad cubana.

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