Por
Javier Labrada
Desde
que Gutenberg conquistara al mundo con la palabra sagrada plasmada en una hoja
de papel, la prensa se alzó con el estandarte de la autenticidad y la
oportunidad. Tras los primeros y torpes pasos, accidentados y equivocados, ha construido
una cultura mediática cuya diestra alcanza los rincones más inusuales de
nuestra sociedad.
Los títeres de la prensa |
Sin
ocultar el rostro, sus incontables agentes recorren el mundo violando la
totalidad de los puntos cardinales, haciendo de las noticias el eslabón más
débil para quebrar las numerosas cadenas de historias ocultas o mal contadas
que aprisionan la verdad.
De
la misma manera ha impulsado guerras, ha ocultado peligrosos escándalos
políticos, represiones, asesinatos; ha contribuido a perpetuar un sistema
económico excluyente y enajenante que patina desde hace siglos en su propio
excremento.
Los
teóricos de la comunicación nunca vacilaron en revelar a la industria cultural
como un conglomerado de empresas (medios de comunicación o de prensa) que se
relacionan entre sí y que condicionan los mensajes vertidos por los medios
comunicativos garantizando la perpetuación del sistema económico.
Al
mismo tiempo condicionan con sus mensajes la manipulación de elementos de la
subjetividad humana con finalidades políticas para influir en un nivel donde se
entrelazan lo psicológico y lo ideológico con lo cotidiano en la conciencia
social. Su objetivo es no sólo manipular a las masas, sino también fabricar la
opinión pública en función de los intereses hegemónicos de las clases
dominantes.
Noam Chomsky alertaba que los
medios de comunicación intervienen en una ingeniería de la historia, la construcción
artificial que pretende presentar como verdaderos, hechos que no lo son, diseñada
para inducir a una conformidad con la ideología establecida
“Como
consecuencia, el control sobre las mentes se efectúa de una forma sutil,
refinada, que convierte a los manipuladores en auténticos artífices de la
desinformación planificada.”
Una
estrategia muy bien pensada y de consecuencias catastróficas, que –sin poner
música tétrica ni aire apocalíptico- me atrevo a afirmar modificarán los
siguientes pasos de la humanidad. Si el Periodismo ejerce la labor de crónica
de nuestro presente, cuando los historiadores del futuro estudien y escudriñen
esos documentos mirarán avergonzados los retratos colgados en el sitial de
honor.
La
historia que están edificando no es más que eso, una construcción seleccionada del total de acontecimientos, totalmente
arbitraria en el devenir histórico en su conjunto, pero perfectamente adaptada
a unos intereses políticos definidos. Los medios de comunicación han dejado de
ser el “cuarto poder”; hoy son uno de los factores del poder mismo.
Hace
unos días leía una frase que viene como anillo al dedo para este tema, y me
permito parafrasearla: “los medios de comunicación influyen más sobre la
humanidad que todo el arsenal nuclear”. Transforman todo lo que tratan en
espectáculo; el discurso político, el conocimiento, el conflicto, el temor, la
muerte, la guerra, la destrucción pasan a ser un vulgar show. El receptor es
acostumbrado a ver el mundo sin actuar sobre él.
La
cultura mediática que la televisión y otros medios han ido creando invierte la
evolución de lo sensible a lo inteligible, alterando la relación entre entender
y ver, distorsionando la comprensión del mundo, dificultando la capacidad de
abstracción, y por tanto, de actuar sobre la realidad. La humanidad no es “más
tonta”, pero es más manejable, más manipulable.
La
imposición de ideas a través de los medios de comunicación no responde a
niveles éticos y de objetividad, ni trata de mostrar diversas posiciones y
tendencias sobre determinados problemas, sino que revelan una porción de la
realidad que ellos mismos construyen y es sobre esta imagen sobre la que actúan
los políticos y los diversos actores sociales.
De ejemplo
quedan las revueltas en los países del Medio Oriente –popularizadas como
Primavera Árabe- o la más reciente actividad del autodenominado grupo
terrorista Estado Islámico, o incluso la crisis migratoria en Europa; temas que
han tenido más repercusión en las redes sociales que la campaña presidencial de
Barack Obama en el 2008.
Y
sin embargo el telón de estos episodios no se ha levantado totalmente; solo
hemos conocido los primeros y ensayados actos a que los medios de comunicación
intentan acostumbrar nuestras mentes. En
esa oscura cruzada dirigida a insultar la inteligencia de los hombres, la
prensa levanta en sus manos un nuevo blasón; el del monopolio de la historia.
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